Lazos de entendimiento para la convivencia en el aula o/y centro de trabajo.

<<La realidad del clima en el aula o centro de trabajo pasa por tender lazos de entendimiento que nos permitan convivir desde la diferencia; también desde el objetivo común que nos une en un momento determinado en un aula, taller o espacio de trabajo conjunto.>> 



Se ha vuelto una constante en las aulas la gestión del conflicto. Muchas veces nos olvidamos que el hecho de convivir implica tener discrepancias. En sí mismo, esa es una ley universal y no por eso descuidamos los lazos del entendimiento. No se trata de recurrir a la máxima del refranero "Dos no pelean si uno no quiere". 

En este tiempo en el que he podido abordar las situaciones de conflicto en la relación alumnado-profesorado o profesorado-alumnado detecto que muchas veces falla la comunicación en lo personal y directo. Me refiero, a ser capaces de desmontar las conductas tradicionales en esa relación y vertebrar el camino a la comunicación persona a persona.

Sin lugar a dudas, el contexto en el que se da la situación de la comunicación puede nutrir el conflicto e incendiarlo más allá de la pura discrepancia. ¿Por qué se incendia? Básicamente, porque las personas tenemos en nosotros algo que nos arrastra o nos influye directamente; la sobre-valoración de nuestra razón o posición frente al otro con la suma de nuestras emociones a flor de piel. En cualquier discusión, conflicto de intereses, discrepancias o malos entendidos influye la máxima del  refranero "¡No hay nada más equitativamente repartido que la razón. Todos creemos tenerla!". 


A todos nos asaltan las emociones, las tensiones que acompaña nuestra primaria y defensiva forma de actuar con la que argumentamos nuestra posición frente al otro.  La posición del experto (docente) frente a la posición del inexperto (dicente) se ha fundamentado en una absurda relación de poder y autoridad que atribuía al conocimiento su máxima exposición y por tanto, valedor del principio de autoridad y con ello la incondicionada ceguera a su verdad y razón. 


Los hechos y la evolución de la sociedad hacía caminos más democráticos de participación conjunta, en las aulas o centros de trabajo formativo, donde la suma del conocimiento no construye nada sin las actitudes de colaboración, respeto, cercanía, empatía, trabajo conjunto. Se evidencia la realidad de un cambio en el paradigma de la comunicación docente-dicente. 

En este enfoque el/la docente tiene asignadas funciones que van más allá del "saber hacer". En este tiempo el/la docente juega un papel como dinamizador/a de ese "saber hacer" actuando sobre las diferentes variables que afectan al proceso de enseñanza-aprendizaje; como catalizador/a de las emociones y actitudes del dicente reconociéndolo como agente activo en su propio proceso de enseñanza-aprendizaje en el aula, centro de trabajo o en el mismo contexto que comparten.  

El/La docente aporta más que su "saber hacer"; están impregnados de "cómo se hace". En esa combinación se transmite su cercanía, su pasión por la profesión, su asertividad, sus emociones, su empatía... generando el clima más favorecedor para la comunicación de persona a persona. Una comunicación que permita construir el clima favorable, no solo dentro del aula, sino en la convivencia en el entorno que comparten durante todo el proceso de enseñanza-aprendizaje pero fundamentalmente; en las relaciones personales con y hacia el dicente. 

Esto siempre será garantía de un buen camino iniciado en el que además, la línea del final no está cerrada. Se construye entendimiento en la convivencia y por tanto, sociedad.



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